lunes, 28 de febrero de 2011

¿Por qué el curso de metodología de la investigación científica?

Metod.  Inv. 2010

¿Por qué el curso de metodología de la investigación científica en las carreras agrarias?

J. Seminario

Siempre hay que esperar para cosechar frutos, sean comestibles, sean conceptuales. Hay café instantáneo, pero no puede haber fruto instantáneo del café (Mario Bunge).


I. Introducción

Los objetivos básicos de las carreras profesionales de ciencias agrarias o mejor dicho, de tecnologías agrarias, son desarrollar actitudes y capacidades (aptitudes) para que el egresado pueda intervenir directa o indirectamente en el desarrollo agrario, en cualquiera de sus fases y aspectos: Producción, transformación y procesamiento, mercado, formación académica y tecnológica, legislación, política,  etc.   Por lo tanto, cualesquiera sea  el rol que  desempeñe el profesional, siempre  necesitará de los métodos y herramientas de la investigación científica. Asimismo, necesitará usar los métodos y técnicas de la comunicación científica y técnica. El investigador se enfrenta a dos tareas fundamentales: hacer investigación (el proceso) y comunicar el nuevo conocimiento (el producto). Esta última está dirigida, en primer lugar, a la comunidad científica (sus pares) y ocasionalmente a otros ámbitos. Bajo estas premisas, en el presente curso se propone: 1) exponer las bases teóricas de la ciencia y la investigación científica, 2) aprender a aplicar el método científico mediante el diseño de un plan o proyecto de investigación, y 3) exponer y practicar el manejo de herramientas para el manejo de la información y de la comunicación científica.

II. La investigación en la Universidad

La investigación científica es función fundamental de la Universidad, es un mandato que recibió desde sus orígenes y actualmente, en el Perú, está consignado en la Ley Universitaria. Además de la formación profesional y la proyección social. Es más, sin la investigación, las otras dos actividades no serán significativas. Entonces, es responsabilidad institucional y de sus miembros, pero especialmente de sus profesores y estudiantes.  Hay que investigar para poder enseñar (Román, 2001) y hay que investigar para aprender a aprender. El ejercicio de esta función permite que haya producción intelectual permanente y eso hace más viable el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por otro lado, si la enseñanza no se alimenta  del nuevo conocimiento, generado en cada realidad particular, se vulgariza o rutiniza, deja de ser interesante y adquiere una significación dogmática (Perales, 2001).

El Consejo Superior de Investigación de la Universidad Nacional Mayor de san Marcos– CSI-UNMSM- (2001) indica:

La investigación científica tecnológica y humanística debe ser la actividad fundamental del quehacer universitario, en un compromiso serio y firme por generar nuevos conocimientos. La creatividad y generación de conocimientos, que inspiran y justifican la investigación, son esenciales para la formación académica de los estudiantes, desarrollando su capacidad de análisis y una actitud crítica frente a la información que reciben y la realidad que enfrentan.

Por otro lado, para que haya impulso de la investigación en la universidad, tiene que haber una cultura de la investigación, como un proceso natural. La investigación debe ser una actividad inherente a su existencia y debe tener lugar preferencial. Perales (2001), sostiene que la institución debe procurar que desde el ingreso del profesor al recinto universitario escuche, vea, saboree y respire investigación. Este es el ambiente que el alumno debe percibir desde su primer día de clase.

Entonces, como decía Pedro Demo en una conferencia, todo profesor debe tener la habilidad para investigar y sólo debe ser profesor quien es autor.
 Pero, enfaticemos porqué es necesario que un estudiante universitario investigue. Chiroque (2000) señala las razones del siguiente modo:

a. Ayuda en los estudios para formarse como profesionales de calidad,
b. Desarrolla la capacidad de “aprender a aprender” y de  “aprender a pensar”,
c. Permite servir mejor a la comunidad (su compromiso ante la comunidad y la sociedad es más serio)
d. Ubica al  estudiante o profesional como sujeto de la historia

El autor indica, además, que pre-grado de las universidades constituye la cantera o el semillero de los investigadores del país. En tal sentido, el desarrollo de la actitud investigativa y el manejo de los procedimientos y herramientas de la investigación, permite al estudiante:

1. Asumir cada curso o asignatura como un gran tema de estudio sobre el cual tenemos varias o muchas interrogantes,
2. Considerar cada contenido temático no como una respuesta ya acabada o como un dogma, sino como algo perfectible. Lo que leemos o escuchamos en las clases deben ser puntos de partida y no puntos de llegada,
3. Realizar estudios (informes, ensayos, monografías, experimentaciones, tesis, etc.) propios de la vida universitaria y profesional,
4. Mantenerse actualizados y permanentemente abiertos a las innovaciones como profesionales de calidad.

El corolario de lo indicado anteriormente es que el alumno debe saber  aprender, saber investigar y saber argumentar (Demo, 2009).

La capacidad innovadora y creativa que se exige de los profesionales, deviene de la habilidad de aprender por si mismo, que a su vez conduce a pensar por si mismo. Estas habilidades las brinda la práctica investigativa. Y hoy, son más pertinentes, debido a que el conocimiento de cualquier disciplina se renueva cada dos a tres años. Entonces, lo más importante es “aprender a aprender” (Fishman, 2000b). Estas ideas nos llevan al convencimiento de que los hombres que han hecho aportes importantes a la humanidad en gran medida son o han sido autodidactas: Mariátegui, García Márquez, Carlos Ochoa, Santiago Antúnez de Mayolo, Javier Pulgar Vidal, Jorge Basadre, María Rostworowski, son algunos ejemplos cercanos para nosotros. Esta constatación concuerda con la afirmación de que “si el hombre hubiera confiado a la escuela enseñarle a andar, todavía estuviera gateando”.

Una constante salta a la vista en los personajes que han trascendido por sus aportes científicos: hay una identidad plena entre su vida y su trabajo. Mills (1961:206) nos lo recuerda cuando dice: “… los pensadores más admirables de la comunidad escolar… no separan su trabajo de sus vidas. Parecen tomar ambas cosas demasiado en serio para permitirse tal disociación y desean emplear una de ellas para enriquecer la otra”. Más adelante continúa: “… como estudiantes tenéís la excepcional oportunidad de proyectar un tipo de vida que estimule los hábitos de la buena artesanía. El trabajo intelectual es la elección de un tipo de vida….”

                Es necesario interpretar al autor cuando habla de los hábitos de la buena artesanía. Esto quiere decir que la investigación científica no produce en serie o en masa. Cada obra es especial, donde el artesano (investigador) interviene en todo el proceso, no hay  división de trabajo, aun cuando reciba diversos apoyos.   

Todos podemos optar por una temática o área de la ciencia. Hay que decidirse y empezar. Ser persistente. No hacer caso a voces contrarias. Tal vez sea necesario ir contra lo que dice la mayoría. Fishman (2000a: 165) cuenta la historia de un campesino que advirtió a su comunidad que el agua iba a contaminarse con cierta sustancia, que enloquecería a quienes la tomaran. No le hicieron caso. Todos se volvieron locos menos él, porque se aprovisionó de agua limpia. Cuando les contó lo sucedido, todos pensaron que él era el loco, porque era el único diferente. Cansado de su soledad, el campesino bebió el agua contaminada y al volverse loco, los demás pensaron que se había curado: No pudo resistir la presión del grupo. Esta historia se parece mucho al “mito de la caverna” de Platón (Savater, 2009). Pero los dos relatos nos enseñan que la mayoría puede estar equivocada, o vivir en las tinieblas, o pensar que las sombras son la realidad. Sólo nos resta decir que tengamos cuidado, porque en las universidades, muchas veces, la presión del grupo decide el futuro.

Es evidente de que el ambiente universitario de hoy no es proclive hacia la investigación. La tendencia es hacia vivir  cómodamente y sin complicaciones. No estudiar ni trabajar por convicción, no pensar seriamente, tampoco fijarse metas y menos tener un proyecto de vida.  Pero, no olvidemos: si hemos elegido ser universitarios, entonces, hemos elegido ser parte de la intelectualidad del país. Esto tiene varias implicaciones y responsabilidades. No importa cual sea la actividad en la cual nos vayamos a desempeñar. Siempre necesitaremos y debemos (es una condición) aplicar el método científico y sus herramientas.

Aún en política, como dice Eco (1992:53) con dureza:  “Toda empresa política con posibilidades de éxito ha de tener una base de seriedad científica”. Y luego agrega (pag. 56): “Hay un modo serio y un modo irresponsable de hacer política. Un político que decida un plan de desarrollo sin tener información suficiente sobre la situación de la sociedad no es más que un payaso, cuando no un criminal”. Y Bunge (2007a: 21) aconseja militar en política por un orden social más justo. Pero a la vez indica, que para hacer política en serio hay que conocer los problemas del medio donde se actúa (barrio, ciudad, provincia o nación). Esa es una tarea de los ilustrados y progresistas y, de los universitarios en particular, porque como el mismo señala, por lo general, en “donde los problemas más duelen, no son estudiados científicamente”. Es frecuente ver como se transforma la realidad, sin conocerla, sin haberla explicado previamente, sin haberse preguntado ¿qué pasaría si…? En consecuencia, no se solucionan los problemas por los cuales se hizo esa transformación. Luego, tenemos lo que Eduardo Grillo llamaba “restos arqueológicos del desarrollo”, por todos lados.

 Finalizando esta parte, debo indicar que la formación en investigación que se propone  la universidad a través de cursos, tareas académicas diversas y la tesis o monografía, es importante, sobre todo, por el adiestramiento que ésta implica. Este adiestramiento supone y debe traducirse en disciplina, rigor en el trabajo, capacidad de  organización, ética y espíritu de  servicio (Gonzales, s.f.).


III. ¿Qué se necesita para investigar?

Para Miranda (2002), en el plano personal, los requisitos para hacer investigación son: a) querer investigar (actitud), b) poder investigar (aptitud) y, C) tener con qué investigar (recursos). Sin duda el primer requisito es el fundamental, los otros vendrán por añadidura. Se cumpliría aquí el  “efecto Mateo” (Parábola del Sembrador, Mateo 13:12 y Lucas 8:18).

Con ciertas excepciones, el científico, el erudito o el investigador, no es una persona superdotada, sino una persona común y corriente que usa una serie de herramientas y ayudas. En este  sentido, Woodman (2002) dice que el investigador es un estudiante profesional, alguien que sigue estudiando el resto de su vida. En el mismo sentido, la afirmación de que el genio es 1 % de inspiración y 99 % de transpiración, atribuida a T. Alva Edison y a otros es elocuente.  

Debemos tener muy claro que a investigar se aprende investigando, como a nadar se aprende nadando. Se atribuye a Confucio lo siguiente: lo que escucho lo olvido, lo que veo lo recuerdo, pero lo que hago lo entiendo. Al igual que para aprender cualquier oficio quien quiera aprender a  investigar debe empezar temprano, practicando cuando hace sus tareas académicas. Como dice Raúl Rojas, “el trabajo de investigación, como el amor, sólo se disfruta y perfecciona haciéndolo” (Rojas, 2008).
   
Sin embargo, conocer y dominar los métodos y técnicas es indispensable para que el proceso sea más sostenido y eficiente. La ciencia como conocimiento establecido y como actividad, es tal, si solo si usa el método científico. Entonces, necesitamos conocer, dominar y aplicar este método casi universal. El método de la ciencia nos hace iguales (pares) a cualquier estudiante o investigador del mundo. Necesitamos también, conocer cuales son nuestros referentes (personajes importantes en el campo investigativo) en nuestra profesión, disciplina o área de interés. Debemos saber, cuál es su camino recorrido y su obra. Para un investigador, no conocer a sus referentes es como no conocer a sus padres.

Debemos estar dispuestos a romper esquemas, ser intrépidos. Muchas veces, las barreras son aparentes, las ponemos nosotros mismos, o nos las crean para que no avancemos.  ¿Cómo se venció la meta de correr un milla (1 852 m) en 4 minutos?. Cuentan que durante siglos, desde la época de los Juegos Olímpicos en la antigua Grecia, se trató de correr una milla en cuatro minutos. Se dice que los griegos soltaban leones para perseguir a sus corredores y así esforzarlos más. Pero no lo lograron. A comienzos del siglo XX, ciertos expertos justificaron la imposibilidad de que el hombre lograra esta meta por la estructura ósea, por la resistencia que ofrece el viento y por la incapacidad de sus pulmones. Pero en 1954, Roger Bannister corrió una milla en menos de cuatro minutos y probó que los expertos estaban equivocados. Ese mismo año, 37 corredores más lograron esa meta. El siguiente año, 300 personas hicieron lo mismo. En conclusión, no era un problema físico ni ambiental, la imposibilidad era ficticia. Era un problema de actitud (Fishman, 2000a: 108).

En el plano institucional universitario, para convertir a la investigación en el quehacer fundamental se requiere decisión política expresada fácticamente en el establecimiento de líneas de investigación, en la preparación permanente de sus cuadros y en la dotación de recursos.

IV. La investigación cómo opción laboral

Ser investigador o científico es una opción laboral, lo cual implica ciertas actitudes y aptitudes. Los requisitos son: decidirse y prepararse. Ser constante y trabajar duro. Mientras más temprano se empiece será mejor. El país necesita investigadores por vocación y por formación, dedicados a tiempo completo.

Si bien en nuestros países el investigador o el científico no es remunerado conforme a su labor, esto no tiene porque ser siempre así. La sociedad debería dar al científico una consideración especial, por su aporte, enseñanza y servicio. Por prestigiar a la nación. Un ejemplo para los peruanos, familiar para los agrónomos es Carlos Ochoa, una vida dedicada al estudio de uno de los alimentos más valiosos para el mundo, la papa.

El  estado y los gobiernos de los países desarrollados toman en cuenta a los investigadores y científicos, y a los resultados de su trabajo. Esto es así también, porque la clase científica se ha desarrollado y consolidado de modo que puede ejercer presión y su voz es escuchada. En los países donde esto no sucede, se toman decisiones apresuradas, parcelarias y de muy corto plazo. Esto no permite el desarrollo armónico y sostenido. Los frutos de la ciencia y la tecnología tardan pero cuando llegan constituyen la base sólida para el desarrollo. Esto es lo que Bunge (2007b) hace notar con las palabras que aparecen en nuestro epígrafe. Los países que han dirigido su prioridad a la investigación y la ciencia (educación en general) y han tomado en cuenta a sus científicos, hoy son potencias en varios sentidos. Ejemplos recientes son Japón, Corea, Irlanda, China y Chile. No podemos decir lo mismo de nuestro país, en donde, la clase dirigente adoloce de analfabetismo científico vergonzoso. En síntesis, no sabe qué es, cómo se produce  y para qué sirve el conocimiento científico. Lo considera como un lujo del cual se puede prescindir.

El científico Marcelino Cereijido dice que cuando falta conocimiento científico y tecnológico las personas no están preparadas para entender esta deficiencia, ni aun cuando se les explique. Por eso es que la clase dirigente de nuestros países, toma la ciencia como un decorado y no como algo vital. Por eso es que hablan de apoyar a la ciencia. Eso, dice el autor, es como operarse de la vesícula sólo porque queremos apoyar a nuestro médico (Cereijido, 2008). Entonces, tal vez, una primera tarea de la universidad sea la de demostrar que la ciencia puede servir para mejorar la calidad de vida, a través del cuidado de la salud y la alimentación, mejorar las cosechas, hacer menos fatigable y riesgoso el trabajo, etc. En síntesis, dar bienestar (Bunge, 2007a). El analfabetismo del cual hablamos, puede llevarnos a menosprecicar o a tener miedo a usar lo que la ciencia nos ofrece. Por ejemplo, cuando se toca el tema de la radioactividad. Sin pensar, por ejemplo, que en el Perú unas 60 000 personas son tratadas anualmente con medicina nuclear. Pero además, nuestro país está en condiciones de producir y poner al servicio de la comunidad elementos como Tecnecio 99, Iodo 131, Samario 153, Iridio 192 y otros, que se usan en medicina, industria, agricultura y otras actividades (Seminario, 2009).  

La ausencia de una política de impulso a la ciencia y tecnología en el Perú, se refleja en el desprecio por el talento que existe en los jóvenes. La migración de investigadores de alta calificación y el no retorno cuando éstos salen a estudiar al extranjero, es expresión del mismo fenómeno.  Sólo en Brasil; hace unos años, trabajaban 120 científicos peruanos de primer nivel. Si el país les ofreciera condiciones necesarias seguramente estarían dispuestos a retornar. Otros países tienen programas de retorno de sus científicos para fortalecer la ciencia y tecnología. Por ejemplo, Argentina, en los últimos años ha repatriado más de 600 científicos. Nos imaginamos los efectos que este contingente está  produciendo. Otro ejemplo de este desprecio, se refleja en la inversión por alumno (en US$), del estado peruano en educación superior, en comparación con la inversión en ese rubro, en otros países: Brasil: 10 361, España: 8 020, Chile: 7 023, Portugal 6 960, México 6 074, Argentina 3 235, Uruguay 1721, Perú 1 346 (Piscoya, 2008).


El cambio tendrá que ser provocado desde las aulas universitarias, cuando dejemos de ser analfabetos científicos y pugnemos para quienes administran la universidad y el país, dejen de serlo también.  El siguiente dato es interesante: La Universidad Cayetano Heredia tiene un programa de retorno de investigadores que consiste en becar, cada año, a dos investigadores, ex alumnos, que han salido a hacer el doctorado o el posdoctorado. Les da un salario mayor que el del profesor promedio  más un laboratorio básico (León, 2008). Sin duda, ésta es una de las razones por la cual, esta universidad particular, ocupa el tercer lugar en el ranking de universidades peruanas, después de San Marcos y la Católica (Piscoya, 2008).


V. Uso de la información y comunicación de  la investigación

La investigación implica, en primer lugar,  el uso adecuado de la información existente. Aquí se cumple la afirmación que dice: “siempre existen antecedentes, cualesquiera sea el tema a investigar” (Hernández Xolocotzi, 1985). Por lo general, nos encontramos con que no podemos “descubrir la pólvora nuevamente”. Lo que si podemos hacer es mejorarla o tal vez encontrarle nuevos usos o sustituirla por otra sustancia. Esto sólo es posible si se parte del conocimiento previo. La ciencia se hace sobre la ciencia ya existente. Ser conscientes de esto es reconocer la autoría. Este es un principio ético. La práctica de este principio permite llevar de la mano al usuario o lector para que acceda a las fuentes originales. Consecuentemente, es indispensable saber usar las tecnologías de la información y la comunicación.

En síntesis, el trabajo de un investigador es: recibir información --- decodificarla (leer, descifrar, interpretar, analizar, sintetizar) --- codificarla (nueva redacción) – emitir nueva información (comunicarla) (Sierra, 2003).  Los dos primeros aspectos implican el tratamiento de la información, la que puede provenir, sólo de las fuentes, o de éstas y de la autoproducción. Los otros dos, se refieren a la comunicación de la investigación. Esta última, puede darse a diferentes niveles, pero, el investigador, en primer lugar, tiene la responsabilidad de comunicar su investigación a sus pares académicos.

Es decir, la investigación implica dos tareas básicas: realizar la investigación propiamente dicha,  o sea, hacer el proceso, y comunicar los resultados de la misma, o sea comunicar el nuevo conocimiento. Este nuevo conocimiento se expresa en un texto o discurso. El discurso científico es directo, claro, preciso y sin ambigüedades.  La comunicación de la investigación a los pares académicos se fundamenta en que los pares son los más interesados en sus resultados, son los que pueden evaluar su trabajo y los que pueden hacer que los nuevos conocimientos, sean incluidos en el cuerpo de conocimientos de la ciencia. De este modo, los científicos están permanentemente expuestos y dispuestos a la crítica mutua, en una relación que Popper (1963) denomina “cooperación hostil amistosa”.  Entonces, no es suficiente investigar (hacer una tesis, por ejemplo). Robert Day, dice  que investigación que se realiza, pero que no se comunica, es como si no se hubiera realizado y hace  la siguiente pregunta: Si en un bosque cae un árbol y no hay nadie quien lo escuche: ha hecho ruido?.  Y responde, claro que no (Day (1996).  En las universidades y otras instituciones de prestigio, en el mundo, este compromiso es tan fundamental y serio que se había acuñado la frase publish or perish –publicar o perecer—(Pamo, 2000; Clapham, 2005). Pero hoy, no es suficiente publicar, sino que además de publicar, se necesita ser leído. Es decir, publicar y ser citado. De lo contrario, la frase se transforma en publish and perish (publicar y perecer) (Cantoral, 2007).

La forma convencional de comunicación entre pares académicos es el artículo científico y el medio por excelencia son las revistas científicas. Este ámbito de la publicación académica implica entre otras aptitudes, el manejo de la redacción científica. Esta tiene sus cánones y normas que hay que conocer y respectar. De otra manera, no hay comunicación entre pares. Por otro lado, en el ámbito de la publicación científica  y de las revistas científicas hay aspectos que debemos conocer para poder acceder como lectores, escritores, revisores o árbitros. Por ejemplo, la validez del medio, las normas editoriales, los tipos de artículo, la revisión por pares (peer review), la indización, el factor de impacto, las bases de datos, entre otros.   


El compromiso de publicar, a la vez exige la práctica de principios morales y éticos indiscutibles. Las instituciones y los investigadores  deben ser modestos y honestos. En este sentido, se exige también que la universidad sea una institución ética sin lugar a dudas. Por su parte, el investigador o aspirante a tal, además de su honestidad, debe cultivar el servicio a los demás, el amor al trabajo, la disciplina y la perseverancia. Una prueba de estos principios es por ejemplo, concluir y publicar sólo aquello que la evidencia de los datos lo permiten. Investigar respetando los derechos humanos, cuidando el medio ambiente y con responsabilidad social.  Lovera (2001) sostiene que la adopción y aplicación de principios éticos y códigos de conducta de aceptación internacional para uso de la comunidad científica y tecnológica, aumentan la profesionalidad y mejoran el reconocimiento del valor de sus contribuciones.

Concluyendo: De estos dos grandes temas tratará nuestro curso. La investigación y su método, y la comunicación de la investigación. 

Hasta aquí esta introducción, pero ¿de qué dependerá que aprovechemos el curso?. De nosotros mismos. Fishman (2000a)  dice que en la gran escuela de la vida habemos tres clases de alumnos: el alumno madera seca (prende a la menor chispa), el alumno madera húmeda (demora en prenderse) y el alumno musgo (difícilmente reacciona). Toca a cada quien ubicarse en donde mejor le parece.

Por otro lado, el maestro ruso V. Sujonlinski,  dice:

Donde no hay afán de aprender no hay escuela. Sin pasión de los alumnos por el estudio son vanos todos los esfuerzos del enseñante. Hay que inculcar un firme deseo de estudiar, inculcar a todos la pasión por el estudio …. Para un buen estudio en el aula se necesita un ambiente intelectual, es decir, una actitud positiva hacia el estudio, conversaciones reflexivas entre alumnos, diversidad de intereses intelectuales (Sujonlinski, 1975).


El mensaje de este maestro debe hacernos pensar en que, ese ambiente del cual habla, debemos hacerlo profesores, estudiantes y administradores de la Universidad. Especialmente, es un reto para el profesor, transformarse de trasmisor de conocimientos en guía y ejemplo. Difícil, pero honrosa tarea. Viene a mi memoria las palabras del Profesor Miguel Holle. El nos decía coloquialmente: “Es fácil dejarse pastorear, pero es difícil ser pastor”.

Tal vez,  el impulso natural por aprender está dormido y debemos despertarlo.  Senge et al. (2002) citan a Edgard T Hall quien sostiene que “el impulso por aprender es tan fuerte como el impulso sexual”. Con la ventaja de que empieza más temprano y dura más tiempo.  En el mismo sentido, Aristóteles decía: “todo hombre por naturaleza, apetece saber”. Y Bacon afirmaba: “Saber es poder”. Con esta última expresión graficaba la idea  de que el hombre  necesita  conocimiento para  desentrañar lo que guarda la naturaleza.  Recuerdo ahora, la reacción de  un profesor mexicano, cuando en un viaje, al pasar por el control, el policía,  empujando sus cajas con libros le preguntó: ¿qué lleva ahí?. El respondió: ¡poder¡. Pero, el conocimiento no puede ser para dominar a otros hombres, sino debe ser un bien social al servicio de todos. En otras palabras, debemos buscar  conocimiento para tener una vida digna, solidaria y agradable para todos. En un escenario así quien más conocimiento tiene servirá mejor y podrá enseñar a los demás.

Refiriéndose al mismo tema, el investigador peruano Gustavo Gonzales (U. Cayetano Heredia)  se pregunta: ¿por qué se enseña ciencia?  Y  responde: “ no porque se quiera que todos sean investigadores científicos,  sino porque se quiere que usen el modelo de investigación como filosofía de vida: usando los rigores metodológicos, que incluyen la ética, el amor al trabajo, la lealtad, la puntualidad, la responsabilidad, el ser veraz, etc.” Agrega, que asi haríamos mejor nuestro trabajo y nos sentiríamos mejor.

Finalmente, como sostiene  Miranda (2002), tomemos  en cuenta que el cultivo de la ciencia  implica algunas exigencias: a) lenguaje inequívoco, b) ideas claras, c) mente elástica, d) capacidad de observación, e) pero sobre todo constancia, disciplina y amor al trabajo.



Referencias

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