viernes, 26 de agosto de 2011

escritura científica

Tenemos que escribir?
Page W. Morgan
La mayor parte de las nuevas conclusiones que se presentan a lo largo de este libro, igual que muchos descubrimientos anteriores, están documentados con referencia a la bibliografía científica (que se identifican por el nombre (o nombres) del autor (o autores), y el año de la publicación). Cuando se publican los artículos, se convierten en una parte esencial del proceso de avance científico, tal como explica Page W. Morgan en este ensayo. El Dr. Morgan en es profesor de fisiología vegetal en el Departamento de Suelo y Ciencias Agronómicas de la universidad de la Universidad de Texas A&M. Durante muchos años fue Editor Asociado de la revista Plant Physiology (sobre reguladores de desarrollo y crecimiento), en la que muchas veces se han publicado las conclusiones descritas en este libro. El profesor Morgan explica el funcionamiento de este sistema y proporciona varias informaciones útiles para la preparación de manuscritos destinados a la bibliografía científica.
¡Claro que los científicos tienen que escribir! El conocimiento que no se comunica sigue siendo desconocido; el descubrimiento solo representa un paso en el camino del saber. Aunque el lector pueda estar de acuerdo con esta afirmación, puede que no se haya enterado de la frecuencia con que los estudiantes de ciencias y los científicos tienen una deficiente preparación para escribir. ¿Es posible que los genes para la escritura estén unidos a los del talento investigador? Probablemente no, pero cuando un estudiante aprende el concepto de ciencia, práctica sus técnicas y además estudia su bibliografía, puede que sea difícil tener tiempo suficiente para desarrollar unas buenas habilidades de comunicación. Para que se desarrollen estas habilidades se requiere práctica. Los educadores aprenden en seguida que muchos estudiantes odian escribir. Dada mi experiencia en la enseñanza, así como en asesorar a estudiantes graduados y mi labor como editor con voto en una revista científica, quisiera dirigir unas palabras sobre la escritura a los lectores de este libro.
El primer punto es que escribir es algo necesario. Cuando era un profesor joven escuché decir a nuestro decano: “La investigación no se acaba hasta que se llega a publicar”. Y tenía razón. Al final, los estudiantes deben escribir todo lo que hayan descubierto o aprendido. Los exámenes, los informes, las composiciones, las tesis y las disertaciones permiten que otros conozcan y puedan juzgar sus logros y habilidades. Los estudiantes que siguen una carrera científica se ven envueltos rápidamente en comunicaciones escritas: justificaciones para compras de equipo, esquemas de cursos, propuestas de financiación de sus investigaciones y manuscritos que informan de los avances de su investigación. Los artículos de revisión, los libros y los escritos de divulgación semipopular salen de los lápices (o bien de los teclados de ordenador) de los más prolíficos. Por todo ello, podemos decir que en la ciencia, escribir es fundamental.
Este artículo no lo escribo para defender la frase “Publicar o Perecer”, sino más bien por la frase “Publicar o nadie lo conocerá”. Hasta que el lector no pueda luchar mentalmente con un problema y plasmar por escrito su mejor respuesta, su profesor no podrá evaluar si ha aprendido los conceptos de manera adecuada. De la misma forma, mientras los científicos no publiquen los resultados y las conclusiones de sus experimentos, nadie podrá evaluar el significado y la utilidad de su trabajo. Únicamente después de publicar los nuevos hechos e ideas se pueden discutir y confirmar por experimentos posteriores, de manera que los que tengan validez contribuirán al avance del conocimiento científico como un todo.
Por desgracia, no es suficiente escribir, también es necesario escribir bien. Consideremos dos estudiantes que pasan horas en una biblioteca, buscando el mismo tema para elaborar una composición. Supongamos que ambos tienen el mismo conocimiento de los hechos, y que uno de ellos escribe una lista, digna de un catálogo y sin ninguna inspiración, sobre quién hizo qué, cuándo y cómo. Pero el segundo estudiante identifica las preguntas de interés, organiza los hechos para respaldar deducciones lógicas y lleva al tema hacia una conclusión claramente definida. Entonces podemos decir que uno escribió, pero que el otro escribió bien. A nivel profesional, el objetivo de escribir un artículo científico no es conseguir publicarlo, sino poder comunicarse con los demás científicos. Todo el mundo tiene una limitación de tiempo. Los autores prácticamente están luchando por su tiempo y por la atención de sus lectores potenciales. Sin considerar lo importante que sea un descubrimiento, habitualmente se acepta rápidamente si se presenta en un artículo bien escrito. Además, si la redacción es deficiente y el mensaje oscuro, muy frecuentemente los lectores lo dejarán sin terminar de leerlo.
Quizá sea interesante señalar que algunas de las cosas que se deben “hacer” y que se deben “no hacer”. La mayoría de los profesores han visto muchas redacciones malas, por lo que les resulta fácil hacer una lista de las cosas que se deben “no hacer”. Por mi propia experiencia, el error más común entre los que escriben se encuentra relacionado con la incapacidad de expresar con claridad el mensaje. Los lectores se preguntan: ¿Qué vamos a aprender sobre fisiología vegetal con este experimento? ¿Es nuevo u original? ¿Tiene alguna utilidad? Tanto el estudiante que escribe un informe de laboratorio como el científico que escribe para una revista especializada, tienen la responsabilidad de responder a estas preguntas. Otro error común se presenta cuando un manuscrito parece ser una tesis parcialmente condensada. El mensaje se pierde entre redundancias y temas secundarios, de manera que una historia de 10 páginas se cuenta en 25. Igualmente, el lenguaje técnico del diseño experimental y de la estadística se suele utilizar con muletillas. Lo que perjudica la claridad. Casi siempre los lectores se interesan por cuál ha sido la respuesta y qué magnitud ha tenido, así como la variabilidad y la posibilidad de reproducirlo. Una frase del tipo: “…las interacciones significativas en tres direcciones simultáneas en factoriales completos…”sólo produce el aburrimiento del lector.
Otro error común de redacción es la presentación descuidada. La mayoría de los trabajos escritos, tanto si es algo tan sencillo como el examen de un ensayo, o tan complejo como la revisión de un manuscrito para una revista científica, incluyen instrucciones. Pero quienes escriben parecen ignorar continuamente las instrucciones, y entregan el material escrito sin ningún esmero. El axioma que dice “nunca se tiene una segunda oportunidad para causar una buena impresión” se aplica sin duda a la escritura. Aunque los aspectos técnicos de la redacción y la gramática se encuentran más allá del objetivo de este artículo, a los estudiantes les resultaría muy interesante desarrollar el hábito de revisar la ortografía, la puntuación y la estructura de las oraciones en lo que hayan escrito, antes de atreverse a presentarlo a otras personas. En los manuales de redacción se enumeran los errores más comunes, tal como utilizar “que” en lugar de “qué”. El lector debe adquirir un buen manual de redacción, un diccionario y, después, tiene que ¡utilizarlos!
Las recomendaciones positivas para escribir informes científicos deben comenzar por el propio método científico. No existe ningún sustituto para expresar el tema como una pregunta que pueda contestarse
Igualmente resulta indispensable buscar lo que ya se sabe sobre el tema. Si por ejemplo, un autor se pone a escribir sobre un tema tan amplio como los ”estudios sobre el cultivo de tejidos con soja ”, o si desprecia conocimientos importantes que ya existen utilizando frases como “se sabe muy poco sobre este tema”, el artículo puede ser completamente insalvable. Antes de escribir la primera palabra, los autores siempre deben tener presente el mensaje principal de sus artículos. Este mensaje debe ser una respuesta a una pregunta establecida con claridad, y también deben definir el título, la introducción y el cuerpo del artículo. De esa manera, los lectores podrán reconocer el tema, porque será consistente durante todo el artículo.
El propósito de un escrito científico es comunicar hallazgos, análisis, conclusiones y/o teorías. La palabra clave es comunicar. Si el lector no comprende el texto, el autor habrá fracasado. Las implicaciones son obvias: hay que identificar a la audiencia y escribir según su nivel de comprensión. La claridad suele estar inversamente relacionada con la longitud de la oración. Una ráfaga de palabras con un significado oscuro hace que la lectura se convierta en una tarea más que en un placer. Las palabras seleccionadas deben ayudar a comunicar, más que al lucimiento del autor. Las frases que puedan interpretarse de forma errónea casi siempre lo serán. La brevedad es una virtud cuando se une a la claridad. Los autores deben escribir siempre con un estilo directo, simple y lógico, porque su recompensa consiste en ser leído y, además, comprendido.
Las personas que escriben deben prestar mucha atención a las ilustraciones gráficas. Las ilustraciones inadecuadas pueden dar una sensación de inconsistencia a las ideas que se plantean. Unas ilustraciones excelentes de los hallazgos o conclusiones suelen ser la manera más eficaz de comunicar. El dicho “Una imagen vale más que mil palabras” es muy apropiada en este caso. Las buenas ilustraciones no aparecen de la nada, cumplen un objetivo y exigen cierto grado de inventiva y de trabajo. En nuestra universidad preparamos a los estudiantes graduados para dar seminarios en los que se da mucha importancia a las buenas diapositivas. Este énfasis tiene la intención de que aumente el poder de las comunicaciones escritas. Los gráficos por ordenador hacen que la tarea sea más sencilla, pero el pie que las acompaña sigue siendo una iniciativa personal.
En conclusión, la habilidad de escribir bien es un requisito necesario para los estudiantes de ciencias y para los científicos por igual. Se puede adquirir y cultivar si se tiene en cuenta el objetivo básico de la comunicación. Las personas que son capaces de pensar y hablar lógicamente también pueden aprender a escribir lógicamente (incluso de manera interesante y entretenida). Para esta forma de escribir, ¡nada mejor que la ciencia!
Referencia: Morgan, PW. 2000. En FB Salisbury y CW Cleon. Fisiología Vegetal. Traducido por José M. Alonso. Pp. 110-112. Paraninfo, Madrid, España.